DIAGNÓSTICO PRECOZ DE LA PARÁLISIS CEREBRAL INFANTIL


La parálisis cerebral infantil es una causa frecuente de discapacidad y dependencia severa en la población infantil.

Identificar a tiempo sus primeras manifestaciones clínicas permite el inicio oportuno de tratamientos que, en gran medida, mejoran la evolución clínica.

Autor: Dr. C. Luis Gregorio Pérez Álvarez

Colaboradora: Dr. C. María Cristina Pérez Guerrero

De la amplia gama de procesos que afectan el curso del desarrollo infantil, la parálisis cerebral es la de mayor importancia, no solo por su frecuencia, sino por la amplia afectación que produce en la motilidad voluntaria.

El desarrollo del pensamiento científico, las nuevas técnicas de diagnóstico, como la resonancia magnética y la tomografía axial computarizada, han permitido profundizar en el estudio de las alteraciones del sistema nervioso central, dando lugar a nuevos enfoques clínicos. 

Se ha definido como un trastorno no progresivo que afecta al sistema nervioso central y se expresa, principalmente, por una afectación del movimiento voluntario, la postura y la actividad refleja.

Además, presenta una amplia gama de manifestaciones clínicas asociadas, como el retraso metal, la epilepsia y muchas otras.

Se considera que el elemento característico en la parálisis cerebral infantil es la toma motora. La mejor forma de agruparla está en relación con el comportamiento de la misma.

DE ACUERDO CON LOS SEGMENTOS CORPORALES AFECTADOS:

Hemiparética: cuando afecta un hemicuerpo.

Monoparética: generalmente variante de la anterior, cuando se ve afectado un miembro generalmente superior.

En la práctica, vemos con frecuencia pacientes inicialmente hemiparéticos en los que se logra una recuperación funcional del miembro inferior pero no del superior.

Paraparética: Afecta a los miembros inferiores mientras los superiores son prácticamente normales.

Cuadriparética: Los cuatro miembros están significativamente afectados.

Triparética: Afecta a tres miembros, quedando uno, generalmente superior, menos afectado.

Pero no solo se debe considerar la distribución del problema motor para clasificarla, sino también las alteraciones del tono muscular y la presencia de movimientos involuntarios asociados. Así tenemos:

Espástica: Se aprecia un marcado aumento del tono muscular, hiperreflexia, clonus, y alteraciones de la postura, con tendencia al equino.

Hipotónica: Se observa una marcada hipotonía, con reflejos normales o exaltados.

Distónica: Donde la principal afectación radica en el tono activo, el niño es flácido en reposo e hipertónico cuando intenta realizar un movimiento. El elemento clave es la fluctuación del tono.

Atetósica: Movimientos involuntarios típicos, generalmente dístales de miembros superiores.

Rígida: Como su nombre indica, presenta marcada rigidez, fluctuaciones del tono y alteraciones de la actividad refleja.

Atáxica: Predomina la dificultad en la coordinación, el mantenimiento del centro de gravedad y el equilibrio.

CAUSAS:

Con frecuencia se relaciona la enfermedad con las complicaciones del parto que producen anoxia en el recién nacido.

La parálisis cerebral surge como consecuencia de una lesión del sistema nervioso central en los estadios iniciales de su desarrollo y puede ser determinada por una gran variedad de agentes etiológicos.

Con frecuencia, el nivel de conocimiento actual no permite identificar la causa real de la alteración en más del 50% de los casos.

FACTORES DE RIESGO DE PARÁLISIS CEREBRAL:

  • Relacionados con la madre:

Enfermedades crónicas descompensadas durante el embarazo, historia de abortos o muerte fetal, discapacidades como el retraso mental o la epilepsia, antecedente de bajo peso en partos anteriores o niños con enfermedades congénitas, descendencia anterior discapacitada.

  • Relacionados con el embarazo:

Curso complicado del embarazo, epilepsia o hipertensión, amenaza de aborto, sangramientos en el tercer trimestre, hábitos tóxicos, embarazo múltiple, trastornos nutricionales, sepsis o exposición a sustancias tóxicas.

  • Relacionados con el parto y el recién nacido:

La distocia del parto, la asfixia perinatal, especialmente cuando compromete el funcionamiento del sistema nervioso, la hemorragia intracraneal, convulsiones neonatales, el peso menor de 1500 g al nacer, la hiperbilirrubinemia, las infecciones del recién nacido, especialmente del sistema nervioso, traumas craneales con pérdida de la conciencia.

PREVENCIÓN:

La adecuada planificación del embarazo para el momento en que existan las condiciones óptimas en cuanto a la salud de la futura mama.

La identificación de factores de riesgo antes del embarazo.

El seguimiento oportuno del embarazo, garantizando una buena nutrición y eliminación de riesgos.

El parto institucional.

La atención al recién nacido en servicios con de alta tecnología.

Reducen indiscutiblemente las posibilidades de un niño afectado. Sin embargo, queda mucho por investigar, en la comprensión de las lesiones infantiles precoces, ya que, a pesar del desarrollo tecnológico, aún existen factores causales no identificados y muchos de ellos no prevenibles.

DIAGNÓSTICO PRECOZ:

Uno de los aspectos más importantes relacionados con esta forma de discapacidad es detectar a tiempo la afección, para poder, mediante

el inicio oportuno de una terapéutica apropiada, neutralizar la alteración del curso del desarrollo.

En primer lugar, debemos considerarla como una discapacidad del desarrollo, es decir, un proceso cuya primera forma de manifestarse es la de un curso atípico del desarrollo.

Por tanto, el diagnóstico precoz se fundamenta en la detección oportuna de alteraciones en la secuencia de adquisición de habilidades en cada etapa del desarrollo cronológico del niño, en especial en los primeros 6 meses.

Para el diagnóstico precoz debemos tener en cuenta:

  • Antecedentes de riesgo:

De acuerdo con las características del curso del embarazo, considerando la importancia de estos en la producción de la lesión.

  • El monitoreo del curso de desarrollo del niño:

Precisando especialmente la presencia de alteraciones en la adquisición de habilidades motoras, tales como el control del cuello y el control del tronco.

No solo se debe considerar si realiza la actividad o no, sino también la calidad del movimiento, su armonía, su melodía cinética.

Otras funciones son darse vueltas de boca arriba a boca abajo, (que se consolida generalmente en los 5 primeros meses), asumir la posición de sentado a los 6 meses, o la de lograr un patrón de marcha a los 13 meses.

Cuando no se adquieren o cuando resulta evidente la falta de destreza o la mala calidad del movimiento al realizarla, son reflejos de trastornos madurativos del sistema nervioso central, que pueden ser expresión de una lesión estática.

  • La funcionalidad manual:

El niño nace con el clásico reflejo de prehensión y, en los primeros días de vida, mantiene sus manos generalmente cerradas.

Sin embargo, a medida que la corteza cerebral madura, el reflejo de prehensión va desapareciendo y la mano se vuelve cada vez más funcional, permaneciendo la mayor parte del tiempo abierta.

Las formas de agarre, inicialmente rudimentarias, se van desarrollando hasta llegar a la pinza digital, un elemento clave para la destreza manual, que permite al niño explorar en gran medida el medio que le rodea y desarrollar la coordinación visomotora.

Cuando se aprecia un retardo significativo en la adquisición de la habilidad manual, debemos descartar la posibilidad de algún proceso que afecta la maduración del sistema nervioso, especialmente cuando ocurre durante el primer semestre.

No todos los retardos son expresión de una lesión del sistema nervioso central:

Además de la presencia de un retardo, debemos demostrar las características peculiares del mismo, especialmente en la esfera motora.

Recordemos que, por definición, la parálisis cerebral infantil es un trastorno esencialmente motor, en el que se altera no solo el movimiento como tal, sino también sus características, su melodía, y su armonía.

  • Alteraciones en tono muscular y la actividad refleja:

El tono muscular se incrementa, condicionando alteraciones posturales.

Se aumentan los reflejos osteotendinosos y persisten reflejos primarios del recién nacido, que debían haber desaparecido en correspondencia con la edad del niño, tales como: el reflejo de prehensión, los reflejos tónico simétrico y asimétrico del cuello, que, al persistir, bloquean en gran medida el desarrollo de la actividad motora voluntaria o condicionan patrones anormales de movimiento.

Al nacer, el niño tiene una serie de actividades motoras reflejas primarias, como el reflejo de búsqueda, el de prehensión, el reflejo plantar, el de incurvación del tronco al roce de la piel, los reflejos tónico-laberínticos, los tónicos simétricos y asimétricos del cuello, y el reflejo del Moro.

Estos reflejos son propios de los primeros meses y que van siendo sustituidos al madurar el sistema nervioso por reflejos de maduración. Su persistencia o exaltación son manifestaciones evidentes de alteración en el proceso de maduración del sistema nervioso central.

Esta actividad refleja primaria da paso a respuestas reflejas más maduras, que surgen como mecanismos automáticos de defensa del organismo y reflejan respuestas automáticas de integración cortical más compleja.

Su objetivo es mantener la posición correcta de los segmentos corporales de forma automática, especialmente en relación con la influencia de la gravedad.

En contraste con los reflejos primarios, cuya influencia desaparece durante el primer año, estos reflejos posturales se estructuran a partir de los 6 meses, pero comienzan a aparecer desde el nacimiento y se consolidan durante el primer año.

Persisten durante toda la vida y sirven de base, en gran medida, al desarrollo de la actividad motora voluntaria. Entre ellos se encuentra el reflejo de alineamiento de la cabeza con el resto del cuerpo, reflejos posturales antigravitatorios de la cabeza y el tronco y el reflejo para caída.

La organización de la adquisición de la actividad motora voluntaria sigue un curso definido. La actividad motora gruesa, relacionada con la adquisición de la marcha, sigue un sentido de maduración céfalo-caudal. En cambio, la motora fina, relacionada con las funciones manuales, sigue una orientación cubital a radial, es decir, del quinto al primer dedo.

El diagnóstico precoz es un factor fundamental para lograr que el niño, a pesar de verse afectado por este proceso invalidante, pueda lograr el máximo nivel de integración social.

Debemos recordar que siempre la forma de debut de una parálisis cerebral es un CURSO ATÍPICO del desarrollo, generalmente caracterizado por un retardo del desarrollo motor con signos de disfunción orgánica del sistema nervioso central.

La vigilancia constante del curso del desarrollo de la población infantil, especialmente en los niños considerados en riesgo, es la única vía para lograr el diagnóstico precoz y la intervención temprana. 

CONCLUSIONES

El diagnóstico precoz de la parálisis cerebral infantil tiene especial importancia para mejorar la calidad de vida y la independencia funcional de los niños afectados.

Identificar tempranamente las señales de alerta y los factores de riesgo permite una intervención oportuna, que puede reducir las secuelas invalidantes y favorecer la evolución clínica.

Vigilar el curso del desarrollo en particular de los niños con factores de riesgo asociados, para detectar oportunamente alteraciones, permite con un enfoque multidisciplinario el diagnóstico precoz.

A pesar del desarrollo científico actual, aún queda mucho por investigar para comprender las causas y evolución de esta compleja condición de salud, lo que subraya la importancia de la investigación continua en este campo.

BIBLIOGRAFÍA.

Peláez Cantero, M.J., Moreno Medinilla, E. E., (2021). Abordaje integral del niño con parálisis cerebral. Anales de Pediatría, 95(4), 276.el-276. http://www.analesdepediatria.org.

Mayo Clinic. (2024). Parálisis cerebral infantil-Diagnóstico y tratamiento. http://www.mayoclinic.org.

NICHD Español. (2024). ¿Cómo se diagnóstica la parálisis cerebral? http://español.nichd.nlh.gov.

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