EL ENVEJECIMIENTO Y LA DEPENDENCIA FUNCIONAL


Los avances tecnológicos y los cambios en el estilo de vida han reducido la mortalidad por enfermedades crónicas y aumentado la expectativa de vida. Sin embargo, muchas personas mayores de 60 años enfrentan distintos grados de dependencia funcional, lo que afecta su calidad de vida.

En este artículo, proponemos algunas ideas para abordar este complejo problema que impacta a las familias, comunidades y sociedades.

Autor: Dr. C. Luis Gregorio Pérez Álvarez

Colaboradora: Dr. C. María Cristina Pérez Guerrero

Históricamente, el cuidado de niños, ancianos y personas dependientes ha recaído en las mujeres de la familia como trabajo no remunerado

Sin embargo, en las tres últimas décadas, muchas mujeres se han visto obligadas a unirse al mercado laboral asalariado por el aumento del costo de la vida.

Por el contrario, los hombres han asumido solo de manera parcial las responsabilidades domésticas y de cuidados de los ancianos dependientes de la familia.

La evolución de los servicios sociales y de asistencia pública han resultado insuficientes en muchos países, especialmente en aquellos con menor desarrollo económico.

El elevado costo de garantizar una calidad de vida adecuada a la población envejecida, en particular para aquellos que viven en condiciones de dependencia funcional, ha generado grandes desigualdades y falta de oportunidades.

Por ello, surge la necesidad de desarrollar modalidades de cuidado a domicilio, una urgencia en muchos países, para atender a los ancianos que viven solos y necesitan apoyo.

Esta modalidad de empleo ha ganado reconocimiento y respaldo por la legislación laboral y la seguridad social.

A su vez, han surgido empresas privadas y organizaciones sin ánimo de lucro, encargadas de facilitar el desarrollo de esta modalidad de empleo.

El avance de la tecnología digital ha permitido la creación de agencias que conectan a familias necesitadas con personas dispuestas a trabajar en este ámbito.

Sin embargo, es fundamental prestar más atención a la dinámica del cuidado a domicilio y el trabajo doméstico, que aún enfrentan precariedad y poca valoración social a pesar de su creciente importancia.

Se necesita una regulación más estricta en las condiciones laborales, la capacitación adecuada para quienes cuidan a ancianos dependientes, y la profundización en las condiciones contractuales de la actividad.

También es esencial entrenar a los cuidadores en el manejo de situaciones complejas de salud como la demencia senil y el Alzheimer.

El auge de las plataformas digitales ha mejorado la organización de estos servicios en algunos países, pero los problemas del envejecimiento y la dependencia crecen más rápidamente que la disponibilidad de asistencia.

A menudo, la asistencia a domicilio sigue en la informalidad, donde una familia contrata generalmente a una mujer que carece de la formación necesaria para atender condiciones de salud específicas y paralelamente esta cuidadora no tiene protección laboral.

Las instituciones que brindan asistencia a ancianos dependientes en residencias son, en la mayoría de los países, muy costosas. Esto limita su accesibilidad para muchas familias, especialmente en los países más pobres.

El creciente aumento de ancianos sin familia o recursos económicos para acceder a una institución, ha llevado a los gobiernos a ofrecer ayudas económicas para brindar cuidados a domicilio.

Sin embargo, estas ayudas para ser otorgadas se ven comprometidas por complejos problemas burocráticos, o por la falta de recursos económicos brindados por los gobiernos, lo que deja a muchos ancianos en situaciones desfavorables.

La dependencia en el adulto mayor viaja de la mano de complejas condiciones de salud como la demencia senil, el Alzheimer, el cáncer y el Parkinson, que limitan la independencia para las actividades de la vida diaria y demandan ayuda de la familiar o de la comunidad.

Con frecuencia un miembro de la familia, generalmente mujer, se dedica a cuidar al familiar dependiente y surge otro problema que es el síndrome del cuidador.

La persona que se dedica a cuidar, se desgasta física y emocionalmente por la preocupación constante por la salud y el bienestar de su ser querido y por tener a menudo que renunciar a su trabajo y en gran medida a su vida social.

El envejecimiento de la población tiene un costo económico. Se requieren mayores gastos en el sistema de salud para el tratamiento de las enfermedades crónicas y una mayor carga a la seguridad social obligada a pagar más pensiones sin que se incrementen los ingresos por pagos a la seguridad social de las personas laboralmente activas.

Además, se reduce la fuerza laboral no solo por el número de personas que llegan a la edad de jubilación, sino también por aquellos que deben abandonar el trabajo para cuidar del anciano dependiente.

El envejecimiento y la dependencia generan un costo social significativo, provocando aislamiento, soledad, desigualdades sociales, problemas familiares, y una creciente demanda de recursos asistenciales que la sociedad a menudo no puede satisfacer.

Se hace necesario unir esfuerzos, entre familias, las comunidades y gobiernos, para encontrar soluciones efectivas, que den respuesta al problema ya sea mediante programa de asistencia domiciliaria, desarrollo tecnológico que favorezca la independencia funcional, o legislaciones que promuevan financiamiento y protección de los derechos, así como acceso a servicios de salud y asistencia social.

¿QUÉ HACER PARA ENFRENTAR EL PROBLEMA DEL ENVEJECIMIENTO Y LA DEPENDENCIA?

  • Educar y concientizar:

Informar sobre la importancia de prepararse para la vejez desde la juventud para llegar a esa etapa con buena salud y recursos económicos.

  • Promover un estilo de vida saludable:

Fomentar hábitos alimenticios adecuados, ejercicio regular y evitar consumo de alcohol, tabaco y drogas para mantener la salud a medida que se envejece.

  • Fomentar el envejecimiento activo:

Que permita al adulto mayor   mantenerse cuando lo desea activo laboralmente, con espacios en la sociedad, para el deporte y la recreación.

  • Desarrollar un sistema de salud y asistencia social integral:

Que brinde una atención integral con eficiencia en la detención precoz y en el tratamiento de las enfermedades crónicas, y garantice los recursos económicos suficientes para una vida digna.

  • Implementar programas modernos de atención domiciliaria:

Que permitan contar con personal bien capacitado para dar respuestas a las necesidades de las diferentes condiciones de salud que aparecen con frecuencia en esta etapa de la vida.

  • Promover iniciativas intergeneracionales:

Que eduquen a los jóvenes sobre el reto de la vejez y la dependencia, preparándolos para contribuir a la solución de esta problemática social.

  • Educar a la sociedad:

Sobre la magnitud del problema del envejecimiento de la población que, en los próximos años, lejos de afectar a una minoría, será el problema de un sector importante de la población, lo que requerirá de profundos cambios en los modos y estilos de vida.

CONCLUSIONES

El envejecimiento y la dependencia son problemas emergentes que requieren de una respuesta colectiva y multifactorial. Es responsabilidad de todos trabajar juntos para garantizar que, tanto en el presente como en el futuro, este sector vulnerable de la población pueda aspirar a una vida digna, con salud y calidad de vida.

La educación, la creación de políticas inclusivas, el desarrollo de métodos eficientes de tratamiento, el fomento de un estilo de vida saludable, de leyes que protejan a los más vulnerables, son el camino para que trabajando todos unidos podamos transformar la realidad del envejecimiento y la dependencia para garantizar un futuro mejor en las próximas generaciones.

BIBLIOGRAFÍA.

World Health Organization. (2015). World Report on Ageing and Health Geneva. Http:// www.WHO.int.

United Nations, (2019). World Population Ageing 2019. New York: United Nations Department of Economic and Social Affairs. http:// www.un.org.

Rowe,J.W., & Kahn,R.L.(1997). Successful Aging. The Gerontologist, 37(4), 433-440.DOI.

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