TRATAMIENTO DE LA PARÁLISIS CEREBRAL INFANTIL


Existen cuatro elementos básicos a considerar cuando se define el término parálisis cerebral infantil. Una lesión estática no progresiva del sistema nervioso central, que ocurre en los estadios iniciales del desarrollo, y se acompaña de una alteración motora, con afectaciones del tono, la postura, y una amplia gama de manifestaciones clínicas asociadas.

Lo complejo del cuadro clínico requiere de un enfoque integral del tratamiento, donde la familia desempeña un rol fundamental.

Autor: Dr. C. Luis Gregorio Pérez Álvarez

Colaboradora: Dr. C. María Cristina Pérez Guerrero

CONSIDERACIONES GENERALES

De forma general, existen seis elementos esenciales a tener en cuenta en el tratamiento de la parálisis cerebral:

  • Inicio precoz.
  • Desempeño de la familia en el tratamiento.
  • Rol de la comunidad para lograr la integración social.
  • Necesidad de individualizar el enfoque terapéutico.
  • Enfoque dinámico y creativo de las acciones. 

INICIO PRECOZ:

Un aspecto valioso es iniciar el tratamiento lo antes posible, aun en la etapa en que no podemos decir que el niño es un paralítico cerebral, sino que solamente podemos afirmar que es portador de un curso atípico del desarrollo con elementos de disfunción orgánica de las áreas superiores de integración del movimiento voluntario.

Comenzar la estimulación de la habilidad motora en esta etapa nos permite influir en el curso del desarrollo, que, aunque retardado, siga la secuencia de organización necesaria para evitar la aparición de patrones anormales de suplencia funcional que luego deforman los automatismos motores y dan lugar a las manifestaciones típicas de la parálisis cerebral.

ENFOQUE INTERDISCIPLINARIO DEL TRATAMIENTO:

La complejidad de las manifestaciones clínicas requiere la orientación de diferentes especialidades, para abordar el análisis y solución de la compleja problemática que debe enfrentar no solo el niño sino también su familia.

Las manifestaciones clínicas no se limitan a las alteraciones motoras, sino que, se presentan asociadas a una amplia variedad de afectaciones.

Paralelamente, determinan en la mayoría de los casos secuelas de carácter permanente que desajustan al niño psicológicamente, y además determinan la necesidad de condiciones especiales en su entorno, para lograr la plena integración social.

PAPEL DE LA FAMILIA EN EL TRATAMIENTO:

La familia es un elemento clave para el logro de habilidades. Su forma particular de reaccionar ante el problema de la discapacidad que afecta al niño, en gran medida, va a influir en su futuro y posibilidades de integración social.

Es frecuente que cuando la familia se entera de que el niño tiene problemas por su curso atípico de desarrollo o cuando recibe el diagnóstico de que es portador de una lesión cerebral, no sabe qué hacer o cómo actuar.

La sociedad nos prepara durante generaciones para tener una descendencia sana, pero por ninguna parte recibimos información de cómo enfrentar una descendencia con problemas.

Cómo podrán enfrentar el problema dependerá, en gran medida, de su experiencia previa, su estabilidad, nivel cultural, capacidad de adaptación, situación económica, creencias religiosas, aspiraciones y de la ayuda que reciban del medio que les rodea.

NECESARIA INDIVIDUALIDAD DE LAS ACCIONES TERAPÉUTICAS:

Individualizar el tratamiento a punto de partida de un análisis detallado de las características de cada caso es un factor imprescindible para lograr resultados positivos. No hay dos pacientes iguales.

Individualizar significa, en primer lugar, no emplear esquemas que con frecuencia son la causa de que muchos niños no progresen, a pesar de invertir muchas horas en la realización de técnicas que no se ajustan a las características individuales del caso.

Parte de definir las características individuales de cada paciente a partir de una minuciosa evaluación que permite establecer un orden de prioridades, y a partir de ahí establecer un plan individual de intervención.

TOMAR EN CUENTA EL CURSO DE DESARROLLO PARA EL TRATAMIENTO:

La mayoría de los sistemas de tratamiento sugieren tomar en consideración las etapas que siguen el curso del desarrollo del niño normal.

Ahora bien, no sería razonable cuando trabajamos con la amplia individualidad de la parálisis cerebral ajustarnos literalmente a este concepto y en un momento, dejar de estimular una función porque otra que la antecede no ha sido lograda.

Debemos considerar que, a pesar de la importancia de trabajar la función como un todo y meta final, con frecuencia para lograr esta función se hace forzoso trabajar con los elementos componentes del movimiento.

Si queremos lograr que el niño asuma la bipedestación, podemos descomponer este acto motor en unidades, y trabajar cada uno de los componentes del movimiento, enfatizando aquellos menos complejos.

Considerar el curso del desarrollo normal del niño nos permite además racionalizar nuestro entrenamiento; es más fácil controlar el cuello sentado con apoyo que sin él; es más fácil arrastrarse que gatear y gatear en cuatro puntos que caminar.

No podemos olvidar que el niño comienza a prepararse para caminar desde antes de nacer. El logro de una función determinada es el resultado de todo un proceso evolutivo.

No existe un reloj biológico que diga: ahora controlaste el cuello, comienza entonces a controlar el tronco. Mientras se madura el control del cuello, se crean las condiciones para lograr el control del tronco como parte de un complejo proceso madurativo.

No debemos pretender que exista un curso inalterable del desarrollo por el que obligatoriamente todos los niños deben transitar. Puede ocurrir que el niño siga un curso madurativo donde una determinada habilidad sea saltada o modificada.

Algunos niños no desarrollan el gateo, sino que se desplazan sentados; otros, como los hemipléjicos, tienen que evitar la posición en prono y nunca se arrastran.

TERAPIA PARA EL MOVIMIENTO

  • Ejercicios pasivos:

El movimiento lo realiza el técnico y el niño no ayuda ni se resiste, son empleados en el tratamiento de la parálisis cerebral, pero desde nuestro punto de vista su valor es limitado, ya que no sustituyen el beneficio terapéutico que se obtiene cuando el niño activamente participa en el movimiento, y este se realiza a modo de juego.

El movimiento pasivo clásico lo realizamos para prevenir la limitación del arco de movimiento de una articulación, que por las características del cuadro neurológico se mueve poco.

Ejemplo: El movimiento de abducción de cadera y los últimos grados de extensión de cadera, la dorsiflexión del tobillo, la flexión dorsal de muñeca y la supinación del antebrazo.

  • Ejercicios activos asistidos:

Posee gran valor la participación del niño en la actividad, pero difícil de lograr, en especial en el niño pequeño o cuando concurre el retraso mental.

Un terapeuta experimentado utiliza diferentes métodos para estimular en el niño el movimiento deseado, mediante juguetes, pelotas, sonajeros, etc.

  • Ejercicios activos resistidos:

Si partimos que el problema central de la parálisis cerebral es la falta de organización del movimiento, emplear ejercicios contra resistencia puede no ser conveniente.

El movimiento se altera en su organización al tratar el niño de realizarlo contra resistencia, sin la necesaria coordinación.

Su uso indiscriminado, más que beneficios, puede determinar el reforzamiento de los patrones anormales de movimiento.

Preferimos el empleo del movimiento pasivo en grupos, donde se realizan movimientos combinados de varias articulaciones en diferentes planos, recordando los movimientos que clásicamente empleamos en la vida diaria.

Cuando empleamos el movimiento con una finalidad terapéutica en la parálisis cerebral, ya sea de forma pasiva como activa, no podemos pensar igual que si trabajamos con el adulto.

El niño pequeño no comprende lo que está pasando, no se reconoce enfermo, ni comprende los beneficios que le reporta el tratamiento, por lo que lo rechaza. Se pone irritable, se siente agredido, forcejea, se resiste al realizar la actividad, llora, y de manera general no coopera.

El mérito lo obtiene el terapeuta si con habilidad trasforma la actividad en algo agradable para el niño, condicionando su conducta, reforzando cuando se porta bien y participa, creando una rutina a la que el niño poco a poco se adapta.

Por eso siempre insistimos, en que sea el mismo técnico, y la madre bien entrenada la que realice las movilizaciones de su hijo.

Con frecuencia, muchos padres sienten miedo o se consideran poco preparados para realizar el tratamiento y prefieren que sea el técnico.

  • Tratamiento postural:

Fundamental, si partimos que la alteración de la postura es un elemento clave en el síndrome invalidante.

Adiestrar a la familia a mantener al niño siempre en una postura correcta, con un buen alineamiento de sus segmentos corporales, brindándole soporte en caso necesario, es parte esencial del aprendizaje para corregir el déficit motor.

Con frecuencia vemos cómo después de terminada la sección de tratamiento, la mamá coloca al niño en el coche en una posición incorrecta que facilita el desarrollo de componentes anormales del movimiento y neutraliza lo que pudiera haber ganado.

Una correcta postura es siempre necesaria. 

  • Masaje:

Al igual que el movimiento, su empleo con fines terapéuticos se remonta a las primeras civilizaciones. De modo general, son manipulaciones que realiza el técnico con sus manos con un fin terapéutico específico. Entre las técnicas más conocidas tenemos: El roce, la fricción, el amasamiento, la prensión, percusión y vibración.

Su efecto sobre el organismo está en estrecha relación con la técnica empleada y la región tratada.

En la parálisis cerebral se emplea esencialmente para actuar sobre el músculo, aumentando su nutrición y metabolismo, neutralizando las consecuencias de la falta de movimiento, y reduciendo la hipertonía o espasticidad.

El masaje tiene un efecto normalizador sobre el tono, permite relajar las contracturas musculares tan frecuentes en la parálisis cerebral, activa la circulación, produciendo vasodilatación y es un factor que facilita la realización de la movilización al estimular la contracción muscular y la propiocepción.

  • Los estímulos aferentes en la reeducación del movimiento automático:

La mayoría de los métodos de tratamiento utilizan estímulos aferentes de tacto, temperatura, presión, estiramiento, movimiento resistido, tracción articular, estímulo propioceptivo, al igual que estímulos visuales y auditivos.

El niño reacciona ante el estímulo y siente un movimiento o postura que no puede realizar por sí mismo.

Llegado el momento, esta experiencia sensitiva y motora le ayuda a adquirir el movimiento y la postura por sus propios medios.

  • El juego como estimulador del movimiento:

Aprender a gatear, arrastrase, caminar, usar las manos, no puede ser sin la participación activa del niño.

Como lograr que participe está en las manos del terapeuta, si utiliza actividades que el niño perciba como un juego que le resulten atractivas, entonces se sentirá motivado a realizarla.

  • Entrenamiento de la marcha:

Aspecto de singular importancia en la rehabilitación, por lo que representa como capacidad de desplazamiento, y las posibilidades que le brinda al niño para explorar el medio que le rodea.

Es, además, un elemento que genera gran preocupación en los padres, que centran con frecuencia en esta función gran parte de sus expectativas en cuanto al desarrollo del niño.

La realización o no de esta función depende de la magnitud de la lesión y la calidad del tratamiento. El terapeuta debe tener amplios conocimientos sobre cómo se logra esta función en el niño sano, y de sus bases neurofisiológicas.

Un niño portador de una hemiparesia, tendrá un patrón de marcha hemiparético que nunca será completamente normal a pesar del tratamiento que le apliquemos por la correspondencia entre la lesión neurológica y su expresión clínica.

El tratamiento en este caso debe ser orientado no a crear un patrón normal de marcha, sino a lograr una marcha funcional, lo más estética posible que le permita al niño una forma eficiente de desplazamiento.

Rehabilitar la marcha implica, en primer lugar, lograr la función y, a partir de lograda esta, en un segundo tiempo, corregir la estética en el mayor grado posible.

Es importante realizar una valoración objetiva de las posibilidades reales de cada caso, pues en ocasiones la magnitud de la lesión no permite proponernos lograr esta función y debemos entrenar al paciente precozmente en una forma alternativa de desplazamiento.

  • La espasticidad:

Por su importancia, requiere de consideraciones especiales. En un paciente, la espasticidad puede ayudarlo a caminar; en otro puede bloquear el movimiento llevando a la fatiga y la incoordinación.   

Uno de los elementos que más afecta la capacidad funcional del niño es la espasticidad, que se puede definir como un comportamiento motor desordenado, caracterizado por un incremento del tono y de la reflectividad, que resulta presente en las lesiones de primera neurona, secundarias, ya sea a alteraciones neurofisiológicas, bioquímicas o estructurales de la corteza, en especial en las áreas relacionadas con el acto motor voluntario.

Exploración de la espasticidad:

Resulta fundamental evaluar detalladamente las características de la espasticidad que afecta al niño:

Su patrón de distribución:

Es importante precisar los grupos musculares más afectados, que generalmente son los antigravitatorios, o los flexores de los miembros superiores y los extensores de los miembros inferiores.

Los elementos clínicos asociados:

El grado de hiperreflexia, de hipertonía, la presencia de contracturas, de limitaciones articulares, deformidades articulares, clonus, espasmos musculares, la presencia o ausencia del reflejo cutáneo plantar.

Cuantificar el grado de espasticidad a partir de:

Limitación en la abducción de cadera del paciente:

Afectación en la independencia en las actividades de la vida diaria.

Valoración de los arcos articulares en la posición de reposo, ya sea sentado, acostado, en supino, en prono, parado.

Valoración de la amplitud articular al movimiento pasivo y activo, sobre todo en las zonas más afectadas.

El grado de equilibrio, sentado, parado o caminando.

Postura, o disposición espacial de los distintos segmentos corporales durante el reposo, tanto en la posición acostado, sentado, como de pie.

La presencia de espasmos durante el sueño, o contracturas dolorosas que lo despierten.

Evaluación del patrón de marcha que puede adoptar formas típicas de acuerdo con la magnitud y distribución de la espasticidad.

Evaluación de la sensibilidad, en particular la propioceptiva, y la presencia de zonas de hipersensibilidad que pueden constituir focos irritativos desencadenantes de la espasticidad.

TRATAMIENTO DE LA ESPASTICIDAD:

Resulta oportuno destacar que el tratamiento debe partir de un análisis previo de las características de cada caso, no existen dos pacientes iguales, aunque sí existen comportamientos comunes del cuadro clínico, por lo que la estrategia del tratamiento a emplear queda definida por las características propias de cada caso.

A continuación, exponemos grupo de posibilidades terapéuticas.

Cómo combinarlas, cuál utilizar o cuál no, está en relación con los recursos disponibles en el medio donde se atiende el enfermo, y las características individuales del enfermo.

El inicio precoz de las acciones terapéuticas:

En la etapa en que la afección debuta como un curso de desarrollo atípico, y solo enfrentamos un incremento del tono en algunos grupos musculares, actuar eficientemente en ese momento permite neutralizar en la mayor parte de los casos el curso de la espasticidad, o incluso anularla.

Pero cuando no actuamos a tiempo se produce el desencadenamiento de un círculo vicioso de aumento del tono, aumento de los reflejos, desestructuración de los patrones automáticos de movimiento, concientización de patrones anormales de movimiento lo que lleva indefectiblemente al incremento de la espasticidad y la aparición de las complicaciones que viajan con esta.

Entrenamiento de la familia:

En el manejo del niño espástico, un tratamiento eficaz es solo aquel que dura las 24 horas del día, la familia debe conocer cuáles son los elementos que actúan en dirección a incrementar la espasticidad, como los elementos irritativos de la piel, las úlceras por presión, la constipación, la sepsis renal, la mala postura, los zapatos mal puestos, etc. Y aquellos que contribuyen a reducirla, como las posturas de inhibición refleja.

Recuperación de la actividad motora:

Los métodos que empleemos en esa dirección reducen la espasticidad. Entre ellas, especial beneficio aportan las técnicas de facilitación neuromuscular propioceptivas, y las de inhibición postural refleja, y demás procedimientos fisioterapéuticos.

Tratamiento postural:

En el caso del niño, adquiere singular importancia, la madre que debe estar debidamente informada en la postura correcta en cada momento, o sea, cómo acostarlo, sentarlo, como debe pararse; debe, además, conocer como cambiarlo de posición, y cuáles son las posturas que de acuerdo con las características peculiares de cada caso actúan en dirección de reducir la espasticidad.

El calor:

Empleo del calor húmedo, para lo cual le recomendamos el uso de una toalla, introducirla en agua caliente, luego exprimirla y con ella envolver las extremidades más afectadas, dejarla durante tres minutos y repetirlo varias veces, procedimiento factible de ser empleado por la mamá sin gasto de recursos.

El masaje:

Con vibrador eléctrico o manual, es otro de los medios que puede estar fácilmente disponible en el hogar del enfermo, si adiestramos a la familia en cómo emplearlo.

El empleo de férulas:

Ya sean estáticas o dinámicas, que contribuyen a lograr el correcto alineamiento de las extremidades y a inhibir la espasticidad. El empleado más frecuente es el corrector de equino.

Medicamentos:

Aunque son muchos los que se han empleado en el tratamiento de la espasticidad, ninguno ha probado ser universalmente efectivo. Son frecuentes los efectos secundarios como la sedación, que limita la capacidad funcional del niño.

Su uso prolongado puede dar lugar a complicaciones. A partir de 1990 se recomienda el empleo de la toxina botulínica en el tratamiento de la espasticidad.

AYUDAS MECÁNICAS:

Se emplean como un elemento para el mantenimiento de una postura correcta y un apropiado alineamiento de los diferentes segmentos posturales, facilitando que el niño pueda sentarse, pararse, gatear o caminar manteniendo una postura correcta.

Además, son beneficiosos para asistir o incluso reeducar el movimiento.

Son muchos los que podemos utilizar, mencionaremos algunos de los más utilizados:

Silla de ruedas:

Por su importancia requiere de especial atención, la misma tiene una marcada influencia en la postura que adopta el niño y una mala posición en la silla de ruedas determina un importante número de complicaciones tales como la escoliosis y las limitaciones articulares, en especial, en rodillas y tobillos.

Una silla de ruedas apropiada debe adaptarse a las características de cada caso, tanto desde el punto de vista del tipo de discapacidad como a la estatura del niño.

Se recomienda que el asiento sea ajustable, cuente con soportes en caso necesario y medios de sujeción para mantener un adecuado alineamiento de los diferentes segmentos corporales.

Debe facilitar los pasos a la cama, a una silla o incluso al suelo, y adaptarse a la habilidad manual del niño para facilitar que pueda desplazarse en ella.

Andadores:

Lograr la marcha es uno de los objetivos más importantes. Los andadores facilitan el desplazamiento del niño, permitiéndole neutralizar la falta de equilibrio.

Son muchos los tipos disponibles en el mercado, seleccionar el apropiado está en correspondencia con las características propias de cada caso.

Triciclos:

Permiten al niño desplazarse, mientras fortalece la fuerza muscular de sus miembros inferiores y la coordinación.

Paralelas:

Facilitan el entrenamiento de la marcha, el desarrollo del equilibrio, el control del centro de gravedad y estimulan el desarrollo de los reflejos vestibulares.

Planos inclinados y bipedestadores:

Existe una gran variedad que permiten al niño severamente discapacitado asumir la bipedestación, con todos los beneficios biológicos y psicológicos que esta función tiene.

En muchas ocasiones su empleo cambia de modo radical la calidad de vida del niño que, en algunos casos, sin ellos, estaría la mayor parte del tiempo acostado o sentado.

Escaleras:

Permiten el entrenamiento para subir y bajar escaleras, actividad fundamental para lograr independencia.

Los rodillos, las cuñas, las pelotas, tablas de equilibrio, tina de pelotas y sistema de poleas:

Son elementos auxiliares valiosos en la reeducación del movimiento y en la estimulación de los reflejos vestibulares.

Juguetes terapéuticos:

En la actualidad hay una gran variedad disponible en el mercado que permiten a través del juego desarrollar en el niño habilidades específicas.

Ejercicios con pelotas terapéuticas:

Para nosotros adquiere una especial importancia en el tratamiento del niño.

Las pelotas nos brindan una superficie blanda esférica que facilita el desarrollo de técnicas de facilitación funcional.

Sobre ella podemos, por una parte, colocar al niño en una posición de relajación, inhibiendo las alteraciones del tono y la postura, y podemos facilitar movimiento y reflejos, entre ellos, los vestibulares.

Seleccionar la posición adecuada y las actividades específicas parte en primer lugar de las características individuales de cada caso.

Podemos emplearlas para estimular el control del cuello, activar y fortalecer los erectores espinales, estimular los reflejos para caídas, estimular las reacciones reflejas para el mantenimiento de la posición de sentado.

Los ejercicios con pelota tienen la ventaja de ser una actividad que el niño tolera bien y generalmente disfruta.

Si empleamos una pelota pequeña, podemos estimular el agarre con ambas manos, y desarrollar actividades que estimulen la coordinación manual.

FISIOTERAPIA RESPIRATORIA:

Con frecuencia, en especial en las formas severas cuadriparéticas espásticas, asociadas a retraso mental profundo, donde concurren dificultades en la masticación y la deglución y son usuales los episodios de bronco aspiración, o de infecciones respiratorias a repetición.

De modo especial, en estos casos y de forma general, se hace ineludible estructurar un programa de tratamiento para garantizar una buena capacidad funcional respiratoria.

No debemos olvidar que las complicaciones respiratorias son causa frecuente de muerte.

Para programar los ejercicios se debe tener en cuenta la capacidad funcional respiratoria de cada caso.

Entre los ejercicios respiratorios tenemos:

Drenaje postural bronquial. Con el empleo de medios para fluidificar las secreciones como la hidratación, las vaporizaciones, los aerosoles, colocando al paciente en distintas posiciones de acuerdo a la zona del plumón que deseamos drenar.

La tos asistida.

La percusión.

La vibración.

Ejercicios respiratorios para reforzar la respiración diafragmática y aumentar la expansibilidad torácica.

HIDROTERAPIA:

Los ejercicios en el agua, en piscinas terapéuticas, el hidromasaje para miembros superiores o inferiores, constituyen una valiosa oportunidad para neutralizar las alteraciones del tono y desarrollar habilidades motoras.

Son múltiples y variadas las técnicas a emplear, pero lo esencial es individualizarlas a las características propias de cada caso.

TERAPIA OCUPACIONAL Y EL JUEGO TERAPÉUTICO:

Un elemento importante en la rehabilitación, es brindar actividades que ocupen al niño en funciones que desarrollen las habilidades afectadas por la lesión.

Dentro de este marco existe un número ilimitado de actividades en que podemos ocupar al niño y que permiten influir en la independencia y la función manual, así como muchas de las funciones corticales superiores.

Para establecer una estrategia de tratamiento debemos partir de una profunda valoración de su capacidad funcional y establecer un programa individual de intervención.

No debemos olvidar que la mejor forma de ocupar al niño en una actividad con un fin terapéutico es dándole a este el carácter de juego.

LOGOPEDIA:

Un aspecto que limita la integración social y la capacidad funcional del niño son las limitaciones que tiene en la comunicación oral, fruto de las alteraciones motoras en el aparato fono articulatorio.

Estos problemas varían considerablemente en cada persona y se refieren tanto a dificultades para adquirir un lenguaje como a problemas articulatorios específicos del tipo de las disartrias.

Es necesaria la participación de los terapeutas del lenguaje para individualizar un programa de actividades en esta área.

ADITAMENTOS DE AYUDA PARA LAS ACTIVIDADES DE LA VIDA DIARIA:

Son muchos los recursos que pueden ser empleados para ayudar al niño a lograr independencia, como las ayudas para sostener el lápiz o la cuchara y soportes construidos para mantener la postura.

ÓRTESIS:

Las órtesis son un recurso de innegable valor. Entre las más usadas tenemos el aparato corto con tope equino a 90º, el aparato largo doble con o sin cinturón pélvico, las férulas estáticas para el miembro superior, los corsés para el tratamiento de la escoliosis, los tutores nocturnos para evitar el equino o la retracción de los aductores.

CALZADO ORTOPÉDICO:

El calzado ortopédico es otro factor importante en el tratamiento, en primer lugar, por las deformidades frecuentes como el pie varo equino o el pie plano severo que concurren en el proceso, generalmente las botas permiten una mayor estabilidad del tobillo, y a ellas le incorporamos las correcciones necesarias de acuerdo a las características de cada caso.

EL MANEJO DE LOS PROBLEMAS PSICOLÓGICOS DEL NIÑO:

Hay un grupo de rasgos de la personalidad que son frecuentes en el niño afectado. En gran medida, su forma de ser, estará influida por la severidad de la enfermedad y el entorno familiar y social.

No es fácil poder establecer generalizaciones al respecto, pero son frecuentes manifestaciones tales como: inmadurez emocional, dependencia, actitudes irreales, sentimientos de inferioridad, baja tolerancia a la frustración, escasa motivación, pasividad, inadaptación social y agresividad.

Es muy importante la participación del psicólogo para asesorar a la familia en el mejor manejo de estos problemas.

DEPORTE, RECREACIÓN, EDUCACIÓN ARTÍSTICA:

Un aspecto que con frecuencia no se toma en cuenta y que consideramos es fundamental en el manejo de esta afección, es que el niño, como cualquier niño, necesita jugar, divertirse y tener la posibilidad de estar con otros niños.

Con frecuencia, por las características del síndrome invalidante, pasa el tiempo de su casa al departamento de fisioterapia.

Cuando asiste a un parque de diversiones, cuando trata de hacer lo que otros niños hacen a pesar de sus limitaciones, cuando enfrenta retos, el niño se está rehabilitando.

La experiencia nos enseña que, realizando una actividad al aire libre, jugando en la arena de la playa, practicando un deporte, compartiendo con otros niños de su edad, participando en una obra de teatro, en una danza, recitando, cantando, o simplemente jugando, el niño adquiere habilidades en poco tiempo que en el marco de la fisioterapia convencional no se logra a pesar de muchas horas de esfuerzo.

TRATAMIENTO QUIRÚRGICO:

Son diversos los tratamientos quirúrgicos que pueden ser empleados. Entre ellos:

Elongación de retracciones tendinosas como la del Aquiles.

La tenotomía de los aductores.

La elongación de los flexores de rodillas.

Decidir emplear una determinada técnica debe partir de un profundo análisis de los problemas biomecánicos del paciente y de los beneficios que el tratamiento quirúrgico puede aportar, a partir de la opinión del ortopédico, el rehabilitador, el neuropediatra, el fisioterapeuta y el neurofisiólogo.

LA EDUCACIÓN ESPECIAL:

Con frecuencia, todos los esfuerzos se centran en tratar de normalizar la alteración de las funciones motoras, que está bloqueada por la magnitud de la lesión.

Se programan largas secciones de fisioterapia y las discusiones se centran en qué técnicas de ejercicios a emplear, olvidando otras esferas en las que un programa de educación especial puede determinar cambios importantes en la calidad de vida del paciente.

Dar respuesta a las necesidades educativas especiales del niño, lograr explotar al máximo sus potenciales intelectuales, permite garantizar una mayor integración social y calidad de vida.

CONCLUSIONES

La parálisis cerebral infantil es una condición compleja de salud que afecta múltiples aspectos del desarrollo y la vida del niño y la familia.

La diversidad de manifestaciones clínicas y la necesidad de un tratamiento integral hacen imprescindible un enfoque interdisciplinario.

Este enfoque no solo permite abordar de manera más efectiva las diversas necesidades terapéuticas médicas, familiares y sociales del niño, sino que también facilita una mejor coordinación y apoyo a la familia.

La colaboración entre diferentes especialidades y la participación activa de la familia y la comunidad son fundamentales para lograr una atención de calidad y promover la integración social del niño.

Solo a través de un esfuerzo conjunto y coordinado se pueden maximizar las oportunidades de desarrollo y bienestar para los niños con parálisis cerebral.

BIBLIOGRAFÍA

Peláez Cantero, M.J., Moreno Medinilla, E.E. Abordaje integral del niño con parálisis cerebral. Anales de Pediatría, 95(4), 276.  https:// www.analesdepediatria.org.

Mayo Clinic. (2024). Parálisis cerebral infantil – Diagnóstico y tratamiento. https://www.mayoclinic.org/.

Clínica Universidad de Navarra. (2024). Parálisis cerebral infantil: Síntomas, diagnóstico y tratamiento. https://www.cun.es/

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